martes, 22 de noviembre de 2011

El gato que está

Se nos ha quedado el país como el gato de la canción:
triste y azul.

domingo, 20 de noviembre de 2011

martes, 20 de septiembre de 2011

Fulgor en la mar



 Lee este poema de Glòria Macià i Muñoz, en castellano:

Observa la barca tímida,
que navega recelosa,
una estrella que brilla
sobre la mar furiosa.

El pescador fuma la pipa.
En el temor reflexiona
sobre la miserable vida,
que lamenta cada hora.

Una sirena posa seductora
en la roca de la cala.
Al pensador entona,
comprensiva, una balada.

En el caos penetra lenta
la música melodiosa.
Canta, afectada, la sirena
una tonada dolorosa.

De la partitura de la vida
cada nota transporta
al mar la fresca brisa
de la velada costa.

La profunda balada crea
un fulgor en la cara
del perdedor, que tal idea
sobre la mar brava proclama:

«Compondré una obra suprema
de regular estructura.
Seré artista del genial poema
de bilingüe lectura».

Amor en sensibles versos recita,
el poeta a la mar exaltada.
Renuncia a la sacrificada vida:
amarra, alegre, en la cala.

Aquella estrella brilla
sobre la mar calmada.
La contempla, afligida,
una sirena enamorada.

Vuélvelo a leer. Esta vez, en catalán.

Son las mismas letras, a lo sumo, para distintos fonemas. Idénticas las palabras, pues. Ciertamente, voy a ser algo tendencioso con la analogía; pero, este bilingüe poema da perfecta cuenta de un bilingüe mar en el que nunca una inmersión ha acabado con resultado de ahogo.

domingo, 31 de julio de 2011

Luces de Bohemia

La última experiencia teatral, aún reciente, tuve el placer de compartirla con Jordi, Dolors y Montse, mi mujer. Se trata de la puesta en escena que La perla 29 está llevando a cabo de las Luces de Bohemia valleinclanescas.

Jordi es uno de esos escasos e inmejorables amigos que uno hace durante la edad estudiantil. Juntos estudiamos este esperpento en aquellos tiempos del COU, que ya no han de volver —no ya para nosotros, sino para el estudiante de hoy en sí— y, aunque el entusiasmo con el que recordamos al profe que nos introducía en la obra es decididamente dispar, aquel con el que recordamos esta es el mismo. Y el espectáculo no defraudó, antes bien renovó nuestro entusiasmo, del mismo modo que despertó el de Montse —quien viene de leer, en sus momentos de playa, a Benito el garbancero— y el de Dolors, quien se ha de quedar sin poder contratar el espectáculo para el estreno de temporada de nuestro flamante y recién inaugurado teatro de Lloret de Mar: cosa de prioridades políticas, en las que, ya se sabe, la cultura... Recuerdo ahora, a propósito, a Max Estrella gritando al ministro que «Las letras no dan para comer. ¡Las letras son colorín, pingajo y hambre!». A lo que el ministro le responde: «Las letras, ciertamente, no tienen la consideración que debieran, pero son ya  un valor que se cotiza»¹. Acaso por ello tenemos ya teatro, pero no programación.

Y es que la crítica total, la diatriba que Valle arroja sobre la España de 1920 aún no ha caducado. Cierto es que, tras los personajes dramáticos laten otros reales a quienes no sabemos reconocer, pues no pertenecen al presente sino a la Historia; y aun algunos, ni eso. Pero es lo de menos que haya un Alejandro Sawa tras Max o un pretérito Julio Burrell tras el Ministro. El esperpento nos alcanza hoy, como alcanzó en su día a todos. Los famosos espejos cóncavos del callejón del Gato nos reflejan deformes, pues España sigue siendo «Una deformación grotesca de la civilización europea»². Me paro a pensar en qué cabida tendrían como protagonistas esperpénticos ciertos políticos corruptos y, sin embargo, aupados incluso por la plebe; o ciertos famosos, cuya fama no se resiente pese a defraudar a Hacienda o a conducir borrachos y estrellar su coche contra la vida de los demás; o ciertas gentes de a pie, que entierran su anonimato para ejercer de nefandos modelos sociales, merced a ciertos programas televisivos; o ciertos directivos docentes, que, en un paternal abrazo de comprensión, no ven en las chuletas de los alumnos motivo suficiente para no pasar de curso... En fin, verbigracias suficientes, ante una posible lista prolija. En la España de hoy, los espejos no habrían de ser ni cóncavos; bastaría con los corrientes, pues la realidad ya es suficientemente deforme. ¿Quién sería hoy el obrero catalán o la madre sollozante que se salvase de la deformación por su compromiso ideológico o por su sentimiento roto? Nos falta implicación y nos evadimos de todo, como modernistas trasnochados un siglo después.

Pese a haber prorrogado funciones, hoy tendrá lugar la última representación de la obra en la Biblioteca de Catalunya. Quien esté aún a tiempo, que acuda: la puesta en escena se aleja tanto de la caja italiana como se acerca a los espectadores, quienes envuelven a los actores y acompañan a sus personajes en su dantesco descenso por un Madrid que es la España de principios del XX —y del XXI, si se quiere—. Quien no, se perderá la belleza gótica de las paredes que acogen la puesta en escena; pero hay bolos —no en Lloret, queda dicho— hasta el 26 de noviembre. Es posible que en los nuevos espacios la escenografía se resienta, sin embargo, seguirá siendo posible disfrutar de un texto brillante, cuyas acotaciones son dramatizadas, dado su valor literario; de un reparto de primera fila, cuyos integrantes abordan más de un papel, a veces, sin distinción de sexo, lo que aumenta el sentido de farsa; y de alguna innovación dramática, como la oportunísima irrupción de unos versos de Celaya.

Por cierto, en ABC, puede leerse: «La obra llega en un momento muy crítico de las tasas de paro en nuestro país y precisamente Max Estrella acaba de ser despedido de su trabajo cuando arranca la función». Aunque yo haya hablado de la vigencia de la obra y pese a que el argumento no falte a la verdad: ¡cómo aprovechan algunos para calzarlas!


¹ Escena VIII.                            ² Escena XII.