domingo, 14 de febrero de 2021

Amor “realidealizado”


Cuesta poco comprender que Alonso Quijano anduviese prendado de Aldonza Lorenzo si en el imaginario de cada cual la «moza labradora de buen parecer» se dibuja con la estampa de Sophia Loren. Evidentemente, no menos comprensible resulta que el bueno de nuestro manchego hidalgo, una vez transmutado en don Quijote, la idealizase en su mente y en su corazón como Dulcinea, nombre, al parecer del caballero, «músico, peregrino y significativo».

En el capítulo XXV de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, el lector ocioso se encuentra con la carta que don Quijote, el Caballero de la Triste Figura, dirige a quien es señora de sus pensamientos (DQ, I, 25):

Soberana y alta señora:

El ferido de punta de ausencia y el llagado de las telas del corazón, dulcísima Dulcinea del Toboso, te envía la salud que él no tiene. Si tu fermosura me desprecia, si tu valor no es en mi pro, si tus desdenes son en mi afincamiento, maguer que yo sea asaz de sufrido, mal podré sostenerme en esta cuita, que, además de ser fuerte, es muy duradera. Mi buen escudero Sancho te dará entera relación, ¡oh bella ingrata, amada enemiga mía!, del modo que por tu causa quedo: si gustares de acorrerme, tuyo soy; y si no, haz lo que te viniere en gusto, que con acabar mi vida habré satisfecho a tu crueldad y a mi deseo. Tuyo hasta la muerte,

El Caballero de la Triste Figura.

La carta es una taracea de expresiones que aparecen en otras cartas de amor de los libros de caballerías. Ello, sumado al hecho de que don Quijote, como hemos señalado, ha idealizado a Dulcinea en su locura, invita al lector a no asumir el mensaje epistolar como expresión sincera de amor. Sin embargo, por un lado, la tal retahíla de lugares comunes, Cervantes la hilvana y la reinterpreta con sumo acierto estilístico, y, por otro, la idealización en el amor es siempre necesaria: nadie es más hermoso, más alegre, ni posee mayor donaire que la persona amada. Ello es siempre así en el proceso de enamoramiento y debe seguir siendo así durante los años venideros, porque las imperfecciones, a la luz del amor, no son tales. Llegado a este punto de la reflexión, siempre recuerdo el acierto con que Benedetti escribió los versos de “La octava”:

[…] La octava de la izquierda
tampoco caben dudas
esa es la “cautivante” 
sus dos centímetros de menos
sus seis centímetros de más 
como decía el viejo nietzsche
la hacen humana
demasiado humana.

Es posible que para el lector moderno el lenguaje de la carta de don Quijote sea otro factor determinante que le dificulte la identificación emocional. Hoy es San Valentín, para muchos, el Día de los Enamorados, y puede ser, por tanto, un buen día para dedicarle una breve paráfrasis a esta rendida, pese a retórica, declaración de amor.

Don Quijote se presenta como «ferido de punta de ausencia» y «llagado de las telas del corazón» porque se declara temeroso de ser un amante desdeñado: no estar junto a Dulcinea hace de él una víctima de amor: un herido y un enfermo. El caballero es capaz de soportar sufrimientos intensos, pero teme flaquear ante este sufrimiento amoroso tan intenso y duradero y pide a la dama que o bien le corresponda o bien lo rechace, haciéndola sabedora de que esto último sería el gesto cruel ante el que él sucumbiría. A riesgo de excederme en la glosa y caer en el prosaísmo, hoy diríamos algo así como «Si tú no me quieres, la vida no tiene sentido».

Feliz día de San Valentín.

NOTA: Esta entrada ha sido publicada originariamente en el blog DeCastaLlano.

domingo, 3 de enero de 2021

DQ nos desea feliz año


Entre los parabienes propios de estas fechas, se ha abierto paso casi de forma viral (yo, al menos, lo he recibido de tres fuentes distintas) una cita fragmentaria del Quijote, concretamente de un párrafo del capítulo dieciocho de la primera parte. Para leerlo en su contexto puede hacerse clic aquí. Reproduzco a continuación el párrafo completo atenuando tipográficamente la intensidad de las partes que el susodicho mensaje elude:

—Sábete, Sancho, que no es un hombre más que otro, si no hace más que otro. Todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas, porque no es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien está ya cerca. Así que no debes congojarte por las desgracias que a mí me suceden, pues a ti no te cabe parte dellas.

El mensaje está muy bien traído en este tránsito que va del denostado 2020 al esperanzador 2021, y viene a decirnos (si la exégesis no me falla y doy en el clavo del sentido figurado) justo lo que la mayoría de nosotros hemos expresado a familiares, amigos y aun simples conocidos: el deseo fácil de un 2021 mejor que el 2020, pues que sea peor resulta poco menos que imposible.

En concreto, las palabras que don Quijote dirige a Sancho Panza beben de la sabiduría popular, rasgo que no es exclusivo del escudero, pese a que a él lo defina. Cuando alude a que «Presto ha de serenar el tiempo», el ingenioso hidalgo está reinterpretando el conocido refrán «Tras la tempestad, viene la calma», y cuando a continuación colige que «habiendo durado mucho el mal, el bien está ya cerca» no está sino parafraseando la no menos conocida paremia «No hay mal que cien años dure», ni confinado que lo resista, podría añadirse.

Cuando en clase de literatura llega la hora de abordar qué es un clásico (sabido es que el Quijote lo es), más que llegar a la definición que el diccionario nos ofrece en cuanto a obra «que se tiene por modelo digno de imitación», interesa saber cuál es el factor que la hace perdurar en el tiempo y este no es otro que el de transmitirnos, a través del dominio de la técnica y la estética artística, valores imperecederos. Un clásico nos habla de nuestra esencia por encima de nuestra circunstancia. En ese sentido, el Quijote nos muestra la dualidad del ser humano a través de sus dos protagonistas: nuestro lado idealista, corporeizado en la figura de don Quijote, y nuestro sentido práctico, corporeizado en la de Sancho Panza.

El parabién de la cita quijotesca, por sí solo, no demuestra que el Quijote sea un clásico; pero contribuye a ratificarlo como tal, pues muestra su vigencia quinientos años después. Y lo hace a través de la voz del idealismo quijotesco, pero mediante la sabiduría popular de los refranes (propia del bueno de Sancho), en los cuales se encierra buena parte de nuestro sentido práctico.

Feliz 2021, a todos. Que nos sea más venturoso que el anterior.

NOTA: Esta entrada ha sido publicada originariamente en el blog DeCastaLlano.