
Toda esperanza conlleva cambio, salvo la del hombre dichoso, quien espera, precisamente, que nada cambie.
La vida —más aún en estos tiempos de crisis que corren—, mejor tomársela con cachaza.
Las caipiriñas, también, por supuesto. Da igual que estemos a punto de finiquitar el verano.
La dilogía va a sonar a eslogan publicitario que pudiese utilizar cualquier destilador de caña de azúcar; pero, en la vida y en la bebida: cachaza.