Pero esto nada tiene que ver con el origen de la locución verbal de uso coloquial tirar de la manta, definida en el DLE como 'Descubrir un caso escandaloso que otro u otros tenían interés en mantener secreto'. Lógico, pues el hecho de que el quinto (recordemos a las nuevas generaciones que quinto era el mozo sorteado para incorporarse al servicio militar) tire de la manta nada tiene que ver con destapar un escándalo, sino con levantarse de la yacija a tiempo para el pase de revista matutino. Ahora bien, tampoco parece cierto que la locución tenga nada que ver con ciertos lienzos, llamados mantas, que colgaban tiempo ha en iglesias y catedrales del reino de Navarra y, sin embargo, desde que se mencionasen en la Historia de la Legislación de Marichalar y Manrique (1868), se les ha ido dando pábulo como si fuesen el origen acreditado de la expresión.
Ciertamente, hay indicios de que durante los siglos XVI y XVII en algunos lugares de Navarra fueron expuestos públicamente unos enormes lienzos en los que aparecían escritos los nombres y apellidos de las familias que descendían de judíos conversos, aunque el único caso atestiguado suficientemente es el de la catedral de Tudela.
Tras el edicto de expulsión por parte de los Reyes Católicos en 1492, muchos judíos emigraron al todavía independiente reino de Navarra. Sin embargo, debido a las presiones ejercidas por los reinos de Castilla y Aragón, la protección otorgada por los monarcas navarros solo duró hasta 1498. A partir de entonces, quienes optaron por permanecer en la que hasta entonces había sido su tierra hubieron de mudar de religión, de tradiciones, de costumbres e, incluso, de apellidos para pasar a ser cristianos nuevos.
Según este contexto, tirar de la manta habría significado 'investigar posibles falsas conversiones', sentido que, pretendidamente, habría evolucionado hasta hacer alusión a destapar algún asunto sucio o vergonzoso que podría resultar comprometedor para alguien. No obstante, ello parece poco probable. Para empezar, en la referida obra de Marichalar y Manrique, solo se alude a las mantas en las que estaban escritos los nombres de los conversos, pero nada se dice acerca de su posible relación como fuente de la locución verbal. Por otro lado, si bien es cierto que no siempre existe documentación escrita que permita rastrear el origen exacto de una expresión, el hecho de que la primera aparición que consta en el Diccionario histórico de la lengua española sea en las Cartas del filósofo rancio, obra de Francisco Alvarado publicada en 1811, abre un lapso de tiempo enorme entre la constatación escrita de la locución verbal y la existencia de la manta con los nombres de los conversos tudelanos, expuesta en la capilla del Cristo de la nave central catedralicia entre 1610 y 1738. No resulta muy congruente que la locución tirar de la manta haya aparecido en el castellano escrito casi un siglo después de que el referente que pretendidamente la origina hubiese dejado de existir (nada se sabe acerca de la suerte que corrió el lienzo inquisitorial; el que hoy se muestra en el museo de la catedral de Tudela es una réplica).
Alguna otra teoría existe respecto al origen de la expresión (como la que aboga por que tirar de la manta se refiere a tirar de un cabo suelto para acabar deshaciéndola); pero, cuando uno se enfrenta a múltiples explicaciones para un mismo problema, la más simple, es decir, la que involucra el menor número de suposiciones o entidades adicionales, suele ser la más probable. De modo que, afeitando con la navaja de Ockham, me quedo con que tirar de la manta se refiere a la que sirve de abrigo en la cama, porque, en definitiva, en cualquier lugar y circunstancia su principal uso es tapar y tirar de ella implica conocer a quien o lo que bajo ella queda escondido.
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