lunes, 6 de agosto de 2012

Tsutomu Yamaguchi


Hoy hace sesenta y siete años, Tsutomu Yamaguchi se desplazó por negocios hasta Hiroshima. Se encontraba a 3 km del punto cero cuando la primera bomba atómica de la historia hizo explosión. Resultó herido con quemaduras de gravedad en todo su cuerpo. Tsutomu Yamaguchi regresó tres días después a su ciudad de residencia, Nagasaki, donde se expuso nuevamente a la radiación nuclear mientras trataba de dar con sus familiares. Hoy es la única víctima de dos explosiones nucleares reconocida oficialmente: un doble hibakusha.

Yamaguchi murió hace un par de años, con 93 de edad. Es la prueba fehaciente de que el destino o el azar, más que con ironía, obra con cinismo.

Sin embargo, más de 140.000 personas en Hiroshima y más de 80.000 en Nagasaki, que fueron, como Yamaguchi, víctimas de las explosiones, no fueron, como él, supervivientes.

6 y 9 de agosto: dos fechas que nunca nadie debiera olvidar porque la sinrazón de que es incomprensiblemente capaz el ser humano ha dado, desde entonces, demasiadas muestras de que ello no es así. El ser humano olvida o como mínimo obvia y así se suceden nuevas y distintas barbaries que poco importa al caso que ya no sean nucleares. Yo trato de no olvidar y quisiera pensar que no solo no olvido, sino que, además, he sido capaz de aprender algo. Supongo que, en buena medida, por todo ello estoy escribiendo los cuatro renglones de esta efeméride e insertando en su inicio este vídeo, impactante por su desnudez. Algo así como mi cuota de responsabilidad.

2 comentarios:

  1. Triste... Es bueno no olvidar, para intentar no permitir que se repita; pero... es bien poco lo que se puede hacer.

    Lo cierto es que cada uno , en la medida de lo que pueda, tiene que intentar poner remedio a cosas así, a tantas y tantas injusticias de la vida, que son cometidas por el hombre.

    Un beso.

    ResponderEliminar
  2. Cierto, poco es lo que nosotros podemos hacer respecto a la barbarie humana. Aunque un poco de todos, sobre todo de algunos, aportaría la solución definitiva.

    Un beso.

    ResponderEliminar