domingo, 2 de mayo de 2010

HIJO DE LA LUZ Y DE LA SOMBRA

Serrat, en el Auditori de Girona (no pude reprimirme el llevarme este recuerdo)
En 1972, yo tenía apenas siete años, vestía bata escolar y formaba en línea recta en el patio escolar a la espera de subir con marcial orden al aula.

Ese mismo año de 1972, el corpus poético de Miguel Hernández, bajo yugo franquista, apenas si alcanzaba las 200 páginas, merced a alguna que otra antología suelta y  a la edición de El rayo que no cesa, en la colección austral de Espasa. Aun así, bajo mano y en las trastiendas de ciertas librerías, no resultaba imposible conseguir las ediciones argentinas de Losada, las cuales elevaban el número completo de páginas a aproximadamente el millar.

Veinte años después, en 1992, yo había cumplido ya veintisiete años, estaba doctorando y la publicación de las Obras completas del poeta puso a mi disposición y a la de cualquiera no menos de 2.500 páginas.

Con todo, Miguel Hernández no había venido a mí, como sí hiciesen luego otros poetas; a Miguel Hernández me lo trajo tempranamente Joan Manuel Serrat aquel lejano año de 1972. Mis recuerdos de educación primaria, de aquella pretérita y malograda EGB, están indisolublemente ligados a los temas que, del autor de Orihuela (también del que fuese a morir a Collioure), versionó el cantautor catalán. Seguramente mi desmemoria procura a los hechos una falaz continuidad, pero tengo la sensación de haber ido creciendo, de haberme deshecho de la bata escolar y haber cambiado la piel infantil por la adolescente al tiempo que aquellos musicados versos calaban hondo en mí, sin ser yo enteramente consciente. En el patio del colegio nacional, a fuerza de recreos y altavoces, aprendí mis primeros versos de memoria sin saber siquiera que lo eran. Luego, durante el resto de mis días, se han aletargado y despertado en un juego parecido al de los ojos del Guadiana. Y en numerosas ocasiones han sido mi sonora madalena proustiana.

Treinta y ocho años después de editar aquel elepé, en este hernandiano 2010, Serrat ha publicado su Hijo de la luz y de la sombra. Demasiados años median para tildarlo de simple continuación —aunque, en cierta medida sí lo sea—; antes bien, se trata de una culminación, como lo fuesen en el 92, las Obras completas.

El pasado miércoles, mientras el país entero anhelaba ante las pantallas de los televisores la victoria o la derrota de mi amado Barça, yo fui al Auditori de Girona en busca del tiempo perdido.

Y lo encontré.


8 comentarios:

  1. Le diste continuidad a tu lectura de Miguel Hernández y el escucharlo por Joan M.Serrat.
    Elegiste bien, esas oportunidades no hay que dejarlas pasar.
    Escuché los dos temas y volveré por más.
    Cuando escucho Nanas de la Cebolla lloro, su Elejía a Ramón Sijé es conmovedora.

    Feliz semana, un beso

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  2. Crecí con los poemas cantados por Serrat que fueron iniciáticos. Sin embargo, en la evolución de Serrat, ya hace tiempo, percibo un amaneramiento y una falta de frescura que me hacen sospechar que el tiempo de Serrat ya ha pasado. Es un símbolo, pero los símbolos envejecen y terminan cansando. La voz de Miguel Hernández, no obstante, sigue siendo refrescante y joven. Él no tuvo -por desgracia- que envejecer. Para mí, Hernández es uno de los mejores líricos de nuestra poesía. Pero Serrat ya no le aporta nada, salvo historia.

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  3. AURORAINES, a mí me sobreviene más a menudo el temblor de ojos precisamente con la Elegía. El curso pasado, ante mis alumnos de último curso, sin ir más lejos. Feliz semana para ti también.

    JOSELU, el Auditori en pleno lo recibió en pie y con aplausos y lo despidió en pie y con aplausos. Y durante el concierto, en más de una ocasión, nos puso en pie y aplaudimos. Todo un símbolo, efectivamente, aunque yo creo que aún coleando. Por otro lado, la voz del poeta, aunque eternamente joven, no siempre la calificaría yo de refrescante: en el sentido de renovación, sí, claro; si no, más que refrescar, acalora el espíritu. El nuevo recopilatorio de Serrat es hijo de otro momento histórico y de otra sensibilidad musical. Por lo uno, el carácter reivindicativo acaba siendo atemperado; por lo otro, los arreglos musicales endulzan la melodía (pero, ¿y qué?; la viola, por ejemplo es sumamente harmoniosa). No sé a ciencia cierta si me derretirán o me refrescarán (pero será por largo tiempo) los versos y las notas de "La palmera levantina" o "Cerca del agua". Un abrazo.

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  4. Que abandonaras a tu Barça querido por Serrat y Hernández me llena de envidia y alegría. Menos sufrimiento y más placer.
    Estoy de acuerdo contigo en el punto histórico de Serrat. Tiempos distintos para dos trabajos que hay que ir a mirar de forma distinta. Gracias a Serrat, cantaba antes de leer a Machado y a Hernández. Creo que ha acertado en la selección de poemas, y que de todas maneras, es una lectura con ojos propios. Cada uno tiene su propia lectura del poeta, sus momentos, sus versos. Creo que otro cantautor no lo habría dignificado tanto -quizá Ismael Serrano, quizá.

    Hay que organizar excursión para vernos, eh?
    un besote

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  5. Uagh. Envidia sana me das. Qué geniaaaaal. Para la libertad es mi poesía preferida de Miguel, creo.
    Abrazos entre la voz de Serrat y los versos de Hernández

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  6. ANABEL, ciertamente la literatura nace del autor y renace con cada lector. En el caso de la lírica, la densidad emocional obliga a que ese renacimiento sea infinitamente más diverso. Yo no sé si una gota de Chanel nº 5 exhala distinta fragancia en cada piel; pero no se puede dudar que un verso se musica diferente en cada alma. (Montse me ha crujido a collejas por no haberte llamado aún, después de haberle anunciado tantas veces que lo haría; se nota que me conoces, amiga. ¿Hace un bañito en Lloret?

    MARINUS, aún estás a tiempo que la gira va y viene por largo. El poema es excelente, sin duda (en realidad, es la segunda parte de una obra compuesta para figurar en el muro de un hospital de sangre).

    Besitos a ambas.

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  7. No me extraña que lo encontraras...

    Me encanta Serrat.

    Besos, muchos.

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  8. A veces, sólo a veces, se me da bien encontrar lo verdaderamente valioso; ya hace te encontré a ti, sin más.

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