lunes, 10 de junio de 2013

Amores gallináceos

Dibujo extraído de la galería de Judson
«Más vale pan con amor que gallina con dolor». Este es el único refrán que yo conozco en que el concepto abstracto del amor y el muy concreto de la gallina van de la mano. Sin embargo, recientemente, un alumno  me ha puesto sobre aviso de una paremia —de reciente acuñación, se me antoja— que empieza a tener cierta difusión por la red y que halla exponencial cobijo en sitios recopilatorios de citas, frases, refranes... Se trata de la expresión «La mujer, en el amor, es como la gallina, que cuando muere el gallo a cualquier pollo se arrima». Sin duda, la tal expresión apenas aporta nueva significación en el microcosmos paremiológico, pues su moraleja viene a ser la misma que subyace tras el celebérrimo comparativo de superioridad: «Más puta que las gallinas». Nunca he acabado de comprender a qué viene la proverbial promiscuidad de la gallinácea hembra; pero, por lo visto, la hubo que incluso «aprendió a nadar para foll..., a los patos». Claro está que menos aún he entendido nunca el porqué de su también proverbial cobardía, siendo un animal que le pone tantos huevos al día a día.

En fin, pienso estar alerta —es un decir; ¡con lo desmemoriado que soy!— ante la evidente posibilidad de que el ingenio desvergonzado de la inventiva popular obre de manera impúdica y logre asentar en el idioma una variante picaruela de la susodicha paremia de reciente acuñación. Para ello, solo resultaría necesario un cambio en el morfema flexivo de género del sustantivo que tiene como referente semiótico al gallináceo más joven. Sin duda, el resultado sería obsceno; pero la inventiva popular lo es a menudo. Obsceno del carajo; en sus dos sentidos, coloquial y recto.

Y, ya puestos, la expresión resultante valdría como ejemplo inequívoco de que la recentísima costumbre de anular las terminaciones del masculino genérico sustituyendo el flexivo correspondiente por el símbolo —que no letra— de la arroba, por mucho que la diseñen las ínfulas de modernidad, no es sino un uso espurio. Veámoslo: «La mujer, en el amor, es como la gallina, que cuando muere el gallo a cualquier poll@ se arrima».

Antes de que se me escandalicen por la ordinariez, conviene recordar que en castellano, "polla" es, en primera acepción, la 'gallina nueva, medianamente crecida, que no pone huevos o que hace poco tiempo que ha empezado a ponerlos' y que "pollo" es el 'gallo o gallina joven' —según nos adelanta la vigésima tercia edición del DRAE—.

Por cierto, de lo susodicho, se infiere que solo cabe hablar de polla si esta está crecida.

En fin, va siendo hora de que deje de escribir..., antes de que el artículo se me vaya de las teclas.

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