La señora Trujillo anda preguntándose estos días, con escaso espíritu humanista y menor alcance intelectual, para qué sirve el catalán. Tentado estoy yo de resolverle tan angustiosa duda de manera llana y escueta, diciéndole que, como cualquier otra lengua, la catalana sirve para comunicarse verbalmente, es decir, evolucionadamente, proceso este, al que alude el lexema adverbial, del cual intuyo entre ajena y lejana a la señora Trujillo. Contrariamente, de errar con mi intuición, habré de concluir que la exministra extremeña no tiene un pelo de tonta y que su pregunta es de esas a las que la retórica da su propio nombre. La Trujillo no pregunta; la Trujillo responde. Y su respuesta, no requerida por nadie, viene a decirnos que el catalán no es necesario; y, si no es necesario, es prescindible; y, si es prescindible..., pues eso: prescindamos. De este modo, lo que inicialmente pudiera antojársenos angustiosa duda no es sino un hipócrita intento de justificación.
Llegados aquí, se me ocurre que el único distingo para que no sean uno y lo mismo los supuestos trujillistas y los franquistas es que Paquito, el Generalísimo, no necesitó nunca justificarse, mucho menos hipócritamente y con pseudorreflexiones disfrazadas de preguntas retóricas.
¡Quién sabe...! Al cabo, si cundiese el ánimo simplista que la señora Trujillo parece tener en materia lingüística, no solo el catalán sino incluso el castellano podrían estar en la exterminadora mirilla del desdén anglosajón: What use is...? Seguro que entonces la Trujillo se situaría al otro lado de la barrera.