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lunes, 22 de julio de 2013

¡Viva el Rey!


Frase recurrente durante la Historia:
          El Rey ha muerto. ¡Viva el Rey!
Variante española reciente:
          Españoles, Franco ha muerto. ¡Viva el Rey! 

domingo, 27 de septiembre de 2009

CRISIS DE IRONÍAS.


Durante la sobremesa del viernes, oí a Juan José Millás quejarse del exceso de literalidad con que los hablantes abordamos consuetudinariamente el lenguaje verbal. En concreto, su desencanto nacía de la inhábil capacidad que hoy día poseemos para aprehender sentidos irónicos.

La ironía se define fácilmente como aquella figura retórica que consiste en dar a entender lo contrario de lo que se dice. Cierto es que la retórica siempre impone mucho. Como arte bella que es, trata de dotar al lenguaje de la suficiente eficacia para deleitar o conmover; pero no sólo, sino también para persuadir, convencer, demostrar... Tal vez por ahí se cargue de razón el cojijo del bueno de Millás: tendemos de manera alarmante a despreciar la riqueza idiomática, conformándonos y aun contentándonos con la expresión fácil y simple. Tristemente, la retórica se ignora en la calle y se teme en las aulas —curso tras curso, consternado, he de asistir a la prolija actividad de los folículos sudoríparos de los estudiantes de Humanidades ante la sola mención de anáforas, quiasmos o hipérbatos—. Y si sólo fuese ése el mal..., pero sucede a menudo que, a quien más y a quien menos, se la traen floja los vicios, defectos e incorrecciones en que pueda incurrir al hablar —no digamos ya al escribir, pues se siente la ortografía como pérfido método de tortura—.

En fin, no hay excusas. Si cualquiera es capaz de decirle a quien acaba de cometer tamaño desatino "¡qué listo eres!" o es capaz de calificar como "animada fiesta" la más tediosa reunión, cualquiera es ironista en cierne. Lo demás es esfuerzo.

De momento, a falta de éste: ¡viva la desidia idiomática! (No me tuerzan el gesto, que es una ironía).