Mostrando entradas con la etiqueta Retórica. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Retórica. Mostrar todas las entradas

martes, 17 de diciembre de 2013

Extrema, dura


La señora Trujillo anda preguntándose estos días, con escaso espíritu humanista y menor alcance intelectual, para qué sirve el catalán. Tentado estoy yo de resolverle tan angustiosa duda de manera llana y escueta, diciéndole que, como cualquier otra lengua, la catalana sirve para comunicarse verbalmente, es decir, evolucionadamente, proceso este, al que alude el lexema adverbial, del cual intuyo entre ajena y lejana a la señora Trujillo. Contrariamente, de errar con mi intuición, habré de concluir que la exministra extremeña no tiene un pelo de tonta y que su pregunta es de esas a las que la retórica da su propio nombre. La Trujillo no pregunta; la Trujillo responde. Y su respuesta, no requerida por nadie, viene a decirnos que el catalán no es necesario; y, si no es necesario, es prescindible; y, si es prescindible..., pues eso: prescindamos. De este modo, lo que inicialmente pudiera antojársenos angustiosa duda no es sino un hipócrita intento de justificación.

Llegados aquí, se me ocurre que el único distingo para que no sean uno y lo mismo los supuestos trujillistas y los franquistas es que Paquito, el Generalísimo, no necesitó nunca justificarse, mucho menos hipócritamente y con pseudorreflexiones disfrazadas de preguntas retóricas.

¡Quién sabe...! Al cabo, si cundiese el ánimo simplista que la señora Trujillo parece tener en materia lingüística, no solo el catalán sino incluso el castellano podrían estar en la exterminadora mirilla del desdén anglosajón: What use is...? Seguro que entonces la Trujillo se situaría al otro lado de la barrera.

martes, 16 de julio de 2013

Democracia asocial

La desigualdad social que nos va quedando en la democracia es inversamente proporcional a la democracia que nos va quedando en tanta desigualdad social.

lunes, 6 de mayo de 2013

Federalismo bicéfalo

He de reconocer que me siento un privilegiado al poder sentirme representado por la voz política de un político; en mi caso, Joan Herrera. Son estos que corren tiempos de falsedad política en los que difícilmente uno puede sentirse representado por voz ninguna. No obstante, voy a poner un par de peros, ciertamente menores, a lo que el coordinador nacional de ICV dijo no hace mucho en Els Matins de TV3.

Preguntado por la bicefalia Camats-Herrera, recién proclamada en el partido, al bueno de Joan, no se le ocurrió otra cosa que negarla. Entiendo que lo hiciese con el fin de vendernos la idea del dos, que, inevitablemente, se desprende del concepto de bicefalia: dos es, en esencia, un número más democrático que uno; dos piensan más que uno; dos suman y no restan... Lo que no debiese hacer Herrera —y voy, con ello, al primer pero— es dar a entender que la bicefalia es una disyuntiva dada entre opuestos. Bicéfalo es un adjetivo que no posee connotación peyorativa. De forma neutra, su único significado es el que hace referencia, muy a menudo en sentido figurado, a lo «que tiene dos cabezas». Dicho esto, es posible que el diputado de ICV no pretendiese en absoluto tergiversar la realidad y que, simplemente por desconocimiento, la bicefalia posea, en su idiolecto, un uso restringido de carácter peyorativo. Este tipo de errores es harto frecuente en los hablantes, quienes acabamos reduciendo los contextos posibles para una palabra a solo aquellos propios en nuestro uso lingüístico. Sin ir más lejos, no hace mucho una colega filóloga hubo de ponerme sobre aviso de que, cuando yo hablaba de grupúsculos, lo hacía, como la mayoría de hablantes, en la creencia inconsciente de que la voz poseía un matiz de sentido despectivo, cuando, en realidad, la limitación a su significado de «grupo poco numeroso de personas» es solamente el de la necesidad de intervención activa «frente a otro u otros grupos mucho mayores». En definitiva, volviendo al hilo de lo iniciado, ICV es un partido de coordinación bicéfala. Y es de desear que dos coordinen mejor que uno.

El segundo pero tiene que ver con este enjundioso retruécano que Herrera espetó durante la mencionada entrevista: «El federalismo es el derecho a la diferencia sin diferencia de derechos». El pero no se debe al retruécano en sí, que es de chapó y, como dijo aquel ínclito torero en dos palabras, im presionante —de hecho, incluso lo he recabado para el web de figuras retóricas que andamos confeccionando este curso en 1.º de bachillerato—. Sucede, sin embargo, que la expresión no es suya; ya la habíamos oído en boca de Ferran Pedret —aunque desconozco si es él quien la acuñó— . Herrera obvió citar la fuente, lo cual es criticable, aunque se entiende fácilmente al recordar que Pedret es diputado del PSC en el Parlament de Catalunya. Yo no soy como el rey francés aquel al cual disgustaba sobremanera la presencia de retruécanos en los torneos de ingenio palaciegos. A mí, me complacen los que, como este, están tan bien traídos. Pero, claro, que ICV tire del argumentario federalista del PSC ya no me parece tan bien, pues el convencimiento federal de los sociatas se lo acaban de encontrar debajo de la alfombra histórica de su ideario como quien encuentra la suciedad bajo la alfombra, largamente olvidada allí.