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lunes, 4 de diciembre de 2017

Adiós, Paki


Te fuiste sin despedirte. No es un reproche; sé que hubieses querido hacerlo, como sé que, en realidad, lo que hubieses querido es quedarte. Era mucha la vida que aún esperabas y merecías por delante, mucha la que todos esperábamos y merecíamos compartir contigo. Si juntamos nuestros cachitos de dolor, no hay extensión más grande que nuestra herida.

Te fuiste sin despedirte, querida Paki; pero has de saber que somos muchos quienes pudimos ir a despedirte, a decirte un adiós gritado en silencio desde el andén de la vida, en dirección al tren de tu marcha sin retorno. No perdonamos a la muerte enamorada, no perdonamos a la vida desatenta, ni al fuego ni a la nada.

Y volverás a tu conserjería, a nuestras aulas y nuestros departamentos. Ya has empezado a hacerlo. Cada mañana entro en el mío y enchufo el portátil en la base múltiple a la que tú siempre llamabas regleta. ¿Te acuerdas, Paki? Un día te dije: “Necesito que traigas al albañil para que me mueva un enchufe de la pared que queda semioculto tras una estantería. Cosa de poco, apenas unos centímetros”. “¿Cosa de poco?”, me contestaste. Y vi en tu rostro la luz que siempre me indicaba que tú ibas a tener razón y yo no. “Traer al albañil ya es cosa de mucho si con una regleta tienes resuelto el problema”. Y cada mañana, vuelves a mi departamento y yo enchufo mi portátil en tu regleta. Y luego encaro un día por delante para poder echarte de menos en cualquier rincón inesperado.

Paki, tú sabías que eras de las pocas personas que, alguna vez, han leído renglones de carga lírica escritos por mí. Nunca sabré si estos que ahora escribo te hubiesen gustado suficientemente, a pesar de que siento que son, inequívocamente, más tuyos que míos.

Adiós, Paki. Nos vemos en cualquier momento en cualquier rincón insospechado de nuestro instituto.


domingo, 13 de noviembre de 2016

Adiós a Cohen



Supe del fallecimiento de Leonard Cohen al tiempo que del de Francisco Nieva: por la mañana temprano, antes de acudir al instituto a impartir la primera clase del día. Poco después, ya en el aula, entre mis alumnos, no pude evitar compartir con ellos la luctuosa noticia. Era consciente de que Nieva no sería para ellos más que el perfecto desconocido cuyo apellido, coincidente casi enteramente con el de una alumna, tal vez retengan sus compañeros durante largo tiempo o para siempre. A Leonard Cohen, sin embargo, alguno habría que lo conocería. Y efectivamente, alguno hubo —gracias al gusto musical de sus padres, por supuesto—. Intenté que todos comprendieran la magnitud de su arte y aproveché para hablarles de nuestro famoso Lorca, más afamado, si cabe, gracias al cantautor.

Al final de la digresión, extraje el móvil de mi bolsillo y busqué una canción en YouTube, como la he buscado hoy para iniciar esta entrada. No elegí, sin embargo, el eco lorquiano de "Take this waltz". Elegí "Hallelujah", consciente de que la mayoría de alumnos conocerían la canción gracias a la versión de Rufus Wainwright incluida en la banda sonora de la película Shrek. Subí el volumen multimedia del teléfono, alcé al cielo la mano y les pedí a todos que guardasen conmigo un respetuoso minuto de música.