domingo, 31 de julio de 2011

Luces de Bohemia

La última experiencia teatral, aún reciente, tuve el placer de compartirla con Jordi, Dolors y Montse, mi mujer. Se trata de la puesta en escena que La perla 29 está llevando a cabo de las Luces de Bohemia valleinclanescas.

Jordi es uno de esos escasos e inmejorables amigos que uno hace durante la edad estudiantil. Juntos estudiamos este esperpento en aquellos tiempos del COU, que ya no han de volver —no ya para nosotros, sino para el estudiante de hoy en sí— y, aunque el entusiasmo con el que recordamos al profe que nos introducía en la obra es decididamente dispar, aquel con el que recordamos esta es el mismo. Y el espectáculo no defraudó, antes bien renovó nuestro entusiasmo, del mismo modo que despertó el de Montse —quien viene de leer, en sus momentos de playa, a Benito el garbancero— y el de Dolors, quien se ha de quedar sin poder contratar el espectáculo para el estreno de temporada de nuestro flamante y recién inaugurado teatro de Lloret de Mar: cosa de prioridades políticas, en las que, ya se sabe, la cultura... Recuerdo ahora, a propósito, a Max Estrella gritando al ministro que «Las letras no dan para comer. ¡Las letras son colorín, pingajo y hambre!». A lo que el ministro le responde: «Las letras, ciertamente, no tienen la consideración que debieran, pero son ya  un valor que se cotiza»¹. Acaso por ello tenemos ya teatro, pero no programación.

Y es que la crítica total, la diatriba que Valle arroja sobre la España de 1920 aún no ha caducado. Cierto es que, tras los personajes dramáticos laten otros reales a quienes no sabemos reconocer, pues no pertenecen al presente sino a la Historia; y aun algunos, ni eso. Pero es lo de menos que haya un Alejandro Sawa tras Max o un pretérito Julio Burrell tras el Ministro. El esperpento nos alcanza hoy, como alcanzó en su día a todos. Los famosos espejos cóncavos del callejón del Gato nos reflejan deformes, pues España sigue siendo «Una deformación grotesca de la civilización europea»². Me paro a pensar en qué cabida tendrían como protagonistas esperpénticos ciertos políticos corruptos y, sin embargo, aupados incluso por la plebe; o ciertos famosos, cuya fama no se resiente pese a defraudar a Hacienda o a conducir borrachos y estrellar su coche contra la vida de los demás; o ciertas gentes de a pie, que entierran su anonimato para ejercer de nefandos modelos sociales, merced a ciertos programas televisivos; o ciertos directivos docentes, que, en un paternal abrazo de comprensión, no ven en las chuletas de los alumnos motivo suficiente para no pasar de curso... En fin, verbigracias suficientes, ante una posible lista prolija. En la España de hoy, los espejos no habrían de ser ni cóncavos; bastaría con los corrientes, pues la realidad ya es suficientemente deforme. ¿Quién sería hoy el obrero catalán o la madre sollozante que se salvase de la deformación por su compromiso ideológico o por su sentimiento roto? Nos falta implicación y nos evadimos de todo, como modernistas trasnochados un siglo después.

Pese a haber prorrogado funciones, hoy tendrá lugar la última representación de la obra en la Biblioteca de Catalunya. Quien esté aún a tiempo, que acuda: la puesta en escena se aleja tanto de la caja italiana como se acerca a los espectadores, quienes envuelven a los actores y acompañan a sus personajes en su dantesco descenso por un Madrid que es la España de principios del XX —y del XXI, si se quiere—. Quien no, se perderá la belleza gótica de las paredes que acogen la puesta en escena; pero hay bolos —no en Lloret, queda dicho— hasta el 26 de noviembre. Es posible que en los nuevos espacios la escenografía se resienta, sin embargo, seguirá siendo posible disfrutar de un texto brillante, cuyas acotaciones son dramatizadas, dado su valor literario; de un reparto de primera fila, cuyos integrantes abordan más de un papel, a veces, sin distinción de sexo, lo que aumenta el sentido de farsa; y de alguna innovación dramática, como la oportunísima irrupción de unos versos de Celaya.

Por cierto, en ABC, puede leerse: «La obra llega en un momento muy crítico de las tasas de paro en nuestro país y precisamente Max Estrella acaba de ser despedido de su trabajo cuando arranca la función». Aunque yo haya hablado de la vigencia de la obra y pese a que el argumento no falte a la verdad: ¡cómo aprovechan algunos para calzarlas!


¹ Escena VIII.                            ² Escena XII.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Apunte parabalompédico.

17.30 h de la tarde del lunes, la del clásico (adjetivo al que alguien, acertadamente, volvió a desustantivar en la sentencia "clásico repaso"). El autocar de la expedición madrileña arriba a los aledaños del Camp Nou. La masa culé le abre pasillo (no precisamente de honor) y recibe a los jugadores rivales, sursum corda, con el corazón bien en alto (me refiero al dedo, claro), amén de con los obligados baldones, oprobios, increpaciones y  vituperios de escasa delicadeza expresiva, los más, y vario ingenio lingüístico, los menos.

Las ventanillas del autocar, convenientemente ahumadas. Todas, salvo las delanteras laterales, necesarias a la visión del conductor. Por la de la derecha, cínica sonrisa en las comisuras y acerado brillo en los ojos, asoma  el saludo de Mourinho, quien, impertérrito, hace oscilar levemente de derecha a izquierda, y viceversa, su mano siniestra, abierta de par en par. ¡Qué cojones tiene el tío!

Final del partido. Cinco a cero: una manita. Se suscita un dilema: ¿lo de Mou fue saludo sedicioso o mal agüero y buen pronóstico?

lunes, 5 de julio de 2010

EL SOL SE LLAMA LORENZO

Estos que a siniestra mano veis son Catalina y Lorenzo, es decir, la luna y el sol.

En un reciente viaje a los madriles del bochorno estival, mi amiga Alicia —Silvia, su madre, mediante— me preguntó por qué al sol lo llamamos Lorenzo. A poco, mi estimada Montse me ha formulado idéntica cuestión. Y, como quiera que ni a una ni a otra pude dar respuesta, y como quiera que, pese a mi inclinación vinatera, nunca me ha gustado que a la vuelta lo vendan tinto, me he puesto a redactar esta entrada, que —ya lo anticipo— poco o nada ha de concluir.

Al parecer, en ciertas partes de hispanoamérica, según he oído contar a una colombiana, al sol  lo llaman el mono. A esto sí que puede darse explicación, pues bien pudiese ser debido a que las culturas azteca y maya utilizaban este animal como símbolo solar, tal y como se muestra en la pictografía que ha llegado hasta nuestros días. Que, en Puerto Rico, por su parte, el astro rey sea llamado el rubio posee tan evidente explicación, que huelga referirla.

Con todo, la incógnita es nuestro peninsular Lorenzo y mucho me da que, para ese poco o nada que habré de concluir, andareme, como el maestro Cervantes, tirando de conjeturas verisímiles. Ustedes sepan perdonármelo y venga ya la primera de ellas.

En la ciberpágina de la Asociación Canaria para la Enseñanza de las Ciencias, ACEC "Viera y Clavijo", se lee:
En el solsticio estival, en torno a la fiesta de San Juan, la duración del día es máxima y deberá coincidir esta fecha con el momento de más calor. Sin embargo ocurre que, al recibir la radiación solar, el suelo se calienta en tal medida que no consigue desprender la suficiente energía calorífera en las cortas noches estivales. De esta manera, el calor proveniente del Sol se suma con el que desprende por convección la corteza terrestre, incrementando el bochorno de verano, hasta que la duración del día disminuya lo suficiente y neutraliza así la conjunción de ambos fenómenos. Esto ocurre en nuestras latitudes en torno al 10 de Agosto [perdón por la intromisión, pero está de recibo que los nombres de los meses no se escriben con mayúscula], cuando el santoral celebra la fiesta de San Lorenzo; y de ahí el dicho tan conocido de que “El día de San Lorenzo es el de más calor del año.
La tintura científica de que se cubre esta explicación le confiere una indudable verosimilitud, que no necesariamente veracidad. Cierto es que, en paremiología, los santos son quienes cortan gran parte del bacalao, las más de las veces meteorológico. Ahí está san Isidro, sin ir más lejos, quien, labrador, quita el agua y pone el sol; o san Antón, quien nos da media hora más de sol. Todo lo condicionan y someten a su isobárico arbitrio: Si hace viento por san Matías, hace viento cuarenta días; si hiela en santa Lucía, en primavera habrá buenos días, pero si lo hace por santa Quiteria, mal año espera... Asimismo, en el resto de la fraseología es también frecuente su presencia, verbigracia, san Telmo y su fuego —tratándose de fuego, mejor no volver a mentar de nuevo a san Antón—, o el propio san Lorenzo, quien, más allá de bautizar o no al sol, a lo que sí da nombre es a las Perseidas, la famosa lluvia de meteoros que, según la tradición no son sino las lágrimas del santo, pues acontecen en torno al 10 de agosto. Este último dato es, a mi propósito, relevante. De la casualidad de que las Perseidas y la canícula coincidan en torno a una misma fecha, podríamos colegir erróneamente una necesaria causalidad: si a un meteoro se lo bautiza con el nombre correspondiente del santoral, ¿por qué no también al otro? Sin embargo, no acaba de convencerme el hecho de que, en el proceso bautismal, al santo le caiga el ídem. Ni siquiera al bueno de Telmo le sucede; su fuego sólo admite dos únicas variantes: de San Telmo o de Santelmo.

Ya puestos a aventurar hipótesis, quizá se añada —o se superponga— a lo arriba referido el hecho de que, siendo cierto que el período canicular suele sobrevenir por esa fecha y atendiendo a que el martirologio nos refiere que san Lorenzo fue abrasado en una parrilla, la asociación fácil está servida. De hecho, los contextos en que más se alude al sol como lorenzo suelen tener una marcada intención ponderativa: ¡cómo pica —o pega o quema o torra...— hoy el lorenzo!, solemos decir.

Sea como fuere, lo cierto es que existe una canción popular española —asturiana, por más señas— que o bien está en el origen del apelativo o bien se nutre de él. La canción, de la cual existe una armonización estupenda para piano y voz, de Toldrà, dice así:
El sol se llama Lorenzo
y la luna Catalina.
Catalina anda de noche
y Lorenzo anda de día.
Al son que la repetía,
al son que la repitió,
"al tibirín, tibirón".

Enamorose Lorenzo
de la blanca Catalina
y le pidió una mañana
si con él se casaría.
Al son que la repetía [...]

Fue muy sonada la boda
de Lorenzo y Catalina:
¡qué hermosa estaba la novia
con su manto de estrellitas!
Al son que la repetía [...]
Pienso ahora, y acaso venga que ni al pelo, que, en la asturiana Gijón, uno de los parajes más hermosos es el que componen el cerro de Santa Catalina y la playa de San Lorenzo. No obstante, de forma contraria a lo que cabría suponer según la letra de la canción, si hemos de dar formas a esta geografía, el cerro es más sol y la playa, totalmente luna.

Y hasta aquí llego. Después de todo, se me ocurre que el bautizo del lorenzo acaso no sea más que eso, un simple bautizo. Eso sí, con nombre rústico, como corresponde a la llaneza popular. Mi apego quijotil me trae en este momento a la memoria al manchego Lorenzo Corchuelo, padre de Aldonza Lorenzo (Dulcinea del Toboso).

Si alguno de ustedes está en disposición de arrojar nuevas luces, de aportar nuevas y verisímiles conjeturas, Alicia, Montse y un servidor se lo agradecen.

lunes, 14 de junio de 2010

DIFERENCIA GENERACIONAL

En la taberna, óleo de José Bardasano Baos

El anciano esperaba en vano a su idolatrado nieto en la taberna de la esquina. Conversaba con los vecinos de siempre sobre los temas de siempre y bebía ya su tercer vino.
Mientras tanto, el joven no entendía dónde carajo se había metido su abuelo. Hacía ya más de una hora que la azulada luz de la pantalla de su portátil se reflejaba en su ensimismado rostro. Y, a cada instante que transcurría, le parecía  más extraño que aquel viejo, a quien tanto quería, hubiese insistido en quedar con él para chatear.

viernes, 4 de junio de 2010

EMPALMARSE, EN ÚLTIMA ACEPCIÓN

Aunque siempre se empalmaba, carecía de apetito venéreo. No padecía priapismo; eran cosas del oficio: sicario hampón, diestro en el manejo de la albaceteña.

sábado, 29 de mayo de 2010

LA CRISIS ECONÓMICA, según El Roto


(Gracias, Dino).

Por cierto, si disponéis de cinco minutos, os recomiendo leer este artículo de El País, escrito por dos profesores de Ciencia Política de la Universidad de Oxford. No tiene desperdicio su certero análisis de la reciente cagada del Gobierno Zapatero.

martes, 25 de mayo de 2010

EL SANT JORDI DEL MEU FILL

LA INUNDACIÓ
Plou, plou, plou.
Plou sense parar.
La ciutat s'inunda;
no sé on anar.

La pluja destrueix la ciutat
i jo encara estic perdut.
Penso que és la meva fi,
sota un cel negre i brut.

Els núvols llampeguen,
el cel brut m'esgarrifa,
el sòl es fa fangós
i les cames m'han fet figa.

Semblo amenaçat,
els núvols em criden.
Ja és mitjanit.
He perdut la vida.

martes, 18 de mayo de 2010

NI MACROPSIA NI MICROPSIA

Por desgracia, nada tiene que ver esta agónica metáfora con el síndrome de Alicia en el País de las Maravillas. (Gracias, Boni, por pasármelo).

lunes, 17 de mayo de 2010

domingo, 16 de mayo de 2010

FUNCIONARIOS FUNCIONANDO

Bastante colabora quien no entorpece, dice el adagio. Y para no entorpecer, qué mejor que quitarse de en medio (¡qué literalidad la del vídeo!).

Yo me he sentido siempre, además de funcionario, funcional —lo digo relativo a la funcionalidad, no al funcionalismo; aunque también, sin embargo eso es harina de otro costal—. Acaso es por ello que un vídeo como el que aquí cuelgo me mueve a risa, pero no hace que me reconozca en su hipérbole paródica. En fin, ¿quién sabe?, ahora que el Estado parece que nos robará un 5% del sueldo... ¡Le entran a uno unas ganas de emular las proezas que muestran estas imágenes!

jueves, 6 de mayo de 2010

DIOS LES COJA CONFESADOS

Este señor de la foto es Leopoldo Abadía todo un fenómeno del fenómeno Internet. Y hace un par de meses escribió el siguiente artículo con más de dos dedos de frente:

Me escribe un amigo diciendo que está muy preocupado por el futuro de sus nietos. Que no sabe qué hacer: si dejarles herencia para que estudien o gastarse el dinero con su mujer y que “Dios les coja confesados”.

Lo de que Dios les coja confesados es un buen deseo, pero me parece que no tiene que ver con su preocupación.


En muchas conferencias, se levanta una señora (esto es pregunta de señoras) y dice esa frase que me a mí me hace tanta gracia: “¿qué mundo les vamos a dejar a nuestros hijos?” Ahora, como me ven mayor y ven que mis hijos ya están crecidos y que se manejan bien por el mundo, me suelen decir “¿qué mundo les vamos a dejar a nuestros nietos?”


Yo suelo tener una contestación, de la que cada vez estoy más convencido: “¡y a mí, ¿qué me importa?!” Quizá suena un poco mal, pero es que, realmente, me importa muy poco.


Yo era hijo único. Ahora, cuando me reúno con los otros 64 miembros de mi familia directa, pienso lo que dirían mis padres, si me vieran, porque de 1 a 65 hay mucha gente. Por lo menos, 64.


Mis padres fueron un modelo para mí. Se preocuparon mucho por mis cosas, me animaron a estudiar fuera de casa (cosa fundamental, de la que hablaré otro día, que te ayuda a quitarte la boina y a descubrir que hay otros mundos fuera de tu pueblo, de tu calle y de tu piso), se volcaron para que fuera feliz…y me exigieron mucho.


Pero ¿qué mundo me dejaron? Pues mirad, me dejaron:


1. La guerra civil española

2. La segunda guerra mundial
3. Las dos bombas atómicas
4. Corea
5. Vietnam
6. Los Balcanes
7. Afganistán
8. Irak
9. Internet
10. La globalización

Y no sigo, porque ésta es la lista que me ha salido de un tirón, sin pensar. Si pienso un poco, escribo un libro. ¿Vosotros creéis que mis padres pensaban en el mundo que me iban a dejar? ¡Si no se lo podían imaginar!


Lo que sí hicieron fue algo que nunca les agradeceré bastante: intentar darme una muy buena formación. Si no la adquirí, fue culpa mía.


Eso es lo que yo quiero dejar a mis hijos, porque si me pongo a pensar en lo que va a pasar en el futuro, me entrará la depre y además, no servirá para nada, porque no les ayudaré en lo más mínimo.


A mí me gustaría que mis hijos y los hijos de ese señor que me ha escrito y los tuyos y los de los demás, fuesen gente responsable, sana, de mirada limpia, honrados, no murmuradores, sinceros, leales,…Lo que por ahí se llama “buena gente”.


Porque si son buena gente harán un mundo bueno. Y harán negocios sanos. Y, si son capitalistas, demostrarán con sus hechos que el capitalismo es sano. (Si son mala gente, demostrarán con sus hechos que el capitalismo es sano, pero que ellos son unos sinvergüenzas.)


Por tanto, menos preocuparse por los hijos y más darles una buena formación: que sepan distinguir el bien del mal, que no digan que todo vale, que piensen en los demás, que sean generosos…En estos puntos suspensivos podéis poner todas las cosas buenas que se os ocurran.


Al acabar una conferencia la semana pasada, se me acercó una señora joven con dos hijos pequeños. Como también aquel día me habían preguntado lo del mundo que les vamos a dejar a nuestros hijos, ella me dijo que le preocupaba mucho más qué hijos íbamos a dejar a este mundo.


A la señora joven le sobraba sabiduría, y me hizo pensar. Y volví a darme cuenta de la importancia de los padres. Porque es fácil eso de pensar en el mundo, en el futuro, en lo mal que está todo, pero mientras los padres no se den cuenta de que los hijos son cosa suya y de que si salen bien, la responsabilidad es un 97% suya y si salen mal, también, no arreglaremos las cosas.


Y el Gobierno y las Autonomías se agotarán haciendo Planes de Educación, quitando la asignatura de Filosofía y volviéndola a poner, añadiendo la asignatura de Historia de mi pueblo (por aquello de pensar en grande) o quitándola, diciendo que hay que saber inglés y todas estas cosas.


Pero lo fundamental es lo otro: los padres. Ya sé que todos tienen mucho trabajo, que las cosas ya no son como antes, que el padre y la madre llegan cansados a casa, que mientras llegan, los hijos ven la tele basura, que lo de la libertad es lo que se lleva, que la autoridad de los padres es cosa del siglo pasado. Lo sé todo. TODO. Pero no vaya a ser que como lo sabemos todo, no hagamos NADA.


P.S.


1. No he hablado de los nietos, porque para eso tienen a sus padres.

2. Yo, con mis nietos, a merendar y a decir tonterías y a reírnos, y a contarles las notas que sacaba su padre cuando era pequeño.
3. Y así, además de divertirme, quizá también ayudo a formarles.

domingo, 2 de mayo de 2010

HIJO DE LA LUZ Y DE LA SOMBRA

Serrat, en el Auditori de Girona (no pude reprimirme el llevarme este recuerdo)
En 1972, yo tenía apenas siete años, vestía bata escolar y formaba en línea recta en el patio escolar a la espera de subir con marcial orden al aula.

Ese mismo año de 1972, el corpus poético de Miguel Hernández, bajo yugo franquista, apenas si alcanzaba las 200 páginas, merced a alguna que otra antología suelta y  a la edición de El rayo que no cesa, en la colección austral de Espasa. Aun así, bajo mano y en las trastiendas de ciertas librerías, no resultaba imposible conseguir las ediciones argentinas de Losada, las cuales elevaban el número completo de páginas a aproximadamente el millar.

Veinte años después, en 1992, yo había cumplido ya veintisiete años, estaba doctorando y la publicación de las Obras completas del poeta puso a mi disposición y a la de cualquiera no menos de 2.500 páginas.

Con todo, Miguel Hernández no había venido a mí, como sí hiciesen luego otros poetas; a Miguel Hernández me lo trajo tempranamente Joan Manuel Serrat aquel lejano año de 1972. Mis recuerdos de educación primaria, de aquella pretérita y malograda EGB, están indisolublemente ligados a los temas que, del autor de Orihuela (también del que fuese a morir a Collioure), versionó el cantautor catalán. Seguramente mi desmemoria procura a los hechos una falaz continuidad, pero tengo la sensación de haber ido creciendo, de haberme deshecho de la bata escolar y haber cambiado la piel infantil por la adolescente al tiempo que aquellos musicados versos calaban hondo en mí, sin ser yo enteramente consciente. En el patio del colegio nacional, a fuerza de recreos y altavoces, aprendí mis primeros versos de memoria sin saber siquiera que lo eran. Luego, durante el resto de mis días, se han aletargado y despertado en un juego parecido al de los ojos del Guadiana. Y en numerosas ocasiones han sido mi sonora madalena proustiana.

Treinta y ocho años después de editar aquel elepé, en este hernandiano 2010, Serrat ha publicado su Hijo de la luz y de la sombra. Demasiados años median para tildarlo de simple continuación —aunque, en cierta medida sí lo sea—; antes bien, se trata de una culminación, como lo fuesen en el 92, las Obras completas.

El pasado miércoles, mientras el país entero anhelaba ante las pantallas de los televisores la victoria o la derrota de mi amado Barça, yo fui al Auditori de Girona en busca del tiempo perdido.

Y lo encontré.


viernes, 23 de abril de 2010

DÍA DEL LIBRO


Que hoy celebremos el día del libro y el día de la rosa tiene, como todo en esta vida, una explicación. O, para ser más exactos, dos.

La primera atañe a la rosa y nos habla de un legendario Sant Jordi, una legendaria princesa y un legendario y malogrado dragón, de cuya sangre derramada al morir brotó un rosal. La princesa y el caballero no vivieron felices ni comieron perdices; pero, como quiera que antes de volver grupas, Sant Jordi obsequiase a la regia doncella con la rosa que más refulgía bajo el sol su bermellona hermosura, hoy, día de este santo patrón, los catalanes acostumbramos a regalar rosas a las mujeres que amamos.

La segunda explicación atañe al libro y, aunque no legendaria sino real, contiene algún engaño. El Día Internacional del Libro debe su fecha conmemorativa a la casualidad de que quienes han llegado a ser los escritores más universales, Miguel de Cervantes y William Shakespeare, falleciesen un 23 de abril de 1616 —casualmente, el dramaturgo inglés parece haber nacido también un 23 de abril, cincuenta y dos años antes—. Sin embargo, cabe saber que tal fecha señala días en realidad distintos. Efectivamente, en aquel año de 1616 regían en España e Inglaterra calendarios distintos. Mientras que aquí se había adoptado en 1582 el calendario gregoriano, acullá continuó en vigor el juliano hasta 1756. Si consideramos que el desfase temporal que el nuevo calendario intentaba enmendar era de diez días, ha de concluirse que el autor de Hamlet falleció, según fecha gregoriana, el 3 de mayo. Pero poco importa esto; después de todo, en rigor, Cervantes tampoco murió aquel 23 de abril de 1616, sino que tal fue el día de su entierro. En realidad, había fallecido el día anterior.

En fin, razones imperfectas para un día perfecto.

Us desitjo a tots una feliç diada.

martes, 13 de abril de 2010

NI TE CASES NI TE EMBARQUES

Como dijo Umberto Eco «La superstición trae mala suerte», de modo que yo no soy supersticioso. Por si acaso ustedes lo son, recuerden que hoy es martes 13, o sea que crucen los dedos, toquen madera y, a ser posible, háganse con un trébol de cuatro hojas, con una herradura de siete agujeros o con una simple pata de conejo. ¡Ah, y no se deshagan de lo conseguido, que en julio se las habrán con otro! (cada año les aguardan de uno a tres). O eso o vayan ahorrando para un buen psicólogo, pues, al parecer, adolecen ustedes no solo de tredecafobia o triscaidecafobia —temor irracional a los martes—, sino además de trezidavomartiofobia —aversión al martes 13—. (Yo no sé quién habrá sido el refinado ingeniero lingüístico responsable de tan horrísonos palabros; pero, al seguro, sufría de fobia a la eufonía).

Son numerosas las hipótesis que se plantean para explicar la fama de fatídico que tiene este día, y, aunque a ciencia cierta nada se sabe, cualesquiera que sean las acertadas han de ir, necesariamente, en dos sentidos: el funesto número y el aciago día de la semana. Como es bien sabido, la mala suerte debida a la confluencia de ambos elementos no es creencia universal; verbigracia, en la cultura anglosajona, es el viernes el que converge con el 13.

Vayamos por partes.  En lo que atañe al número 13, llamado por muchos 12+1 (siempre me pregunto por qué no 14-1), de él se dice que es la cantidad de espíritus del mal que hay en la cábala; que es la carta del Arcano Mayor que, en el tarot, corresponde a la muerte; que es el capítulo del Apocalipsis donde se anuncia la venida del Anticristo... Sin embargo, parece que la explicación más difundida es la que apunta a la Última Cena, en la que trece eran los comensales, y ya se sabe cómo acabó quien no era apóstol sino maestro. No obstante, a mi entender, algo hay que escapa a la lógica. Cierto es que, para cualquier hijo de vecino, la muerte no es nunca algo deseable, menos aún a deshora; sin embargo, Jesús no lo era (hijo de vecino, digo), era hijo del Altísimo, quien, además, le tenía reservado tal inmediato porvenir con el fin de la Redención. ¿A qué, pues, señalar tan aciagamente el suceso? Claro, siempre cabe un ánimo jocoso en el origen de la superstición; aunque, puestos a ser festivos, más acertado sería pensar en el final de Judas Iscariote, sin duda, el más vecinal de cuantos asistieron al ágape.

Cuenta Augusto Conté, en el primer tomo de sus Recuerdos de un diplomático que el embajador danés en la España ilustrada de 1841 «tuvo la ocurrencia de mandar hacer una muñeca de grandor casi natural, y la sentaba a su mesa cuando alguna circunstancia imprevista reducía el número de sus convidados a trece».

Por cierto, digo yo que quien adolezca de triscaidecafobia no ha de ser persona terca, a riesgo de "mantenerse en sus trece", como hiciese el Papa Luna al encerrarse en el castillo de Peñíscola sin haber renunciado nunca a su pontificado como Benedicto (¿adivinan el guarismo?) XIII.  Claro que, si uno es obstinado, siempre cabe buscar a quien lo sea tanto o más y que sea él quien "se mantenga en sus trece" mientras uno "se mantiene en sus catorce" (tal diría, por ejemplo, el bueno de Sancho hablando de su señor don Quijote y del caballero de la Blanca Luna).

En cuanto a lo que al martes se refiere, la explicación más plausible es la de que este día se halla consagrado al dios Marte —martis dies—, que lo era de las disensiones y de las batallas. Por esta razón, los gentiles no celebraban casamientos en martes, de donde las gentes llanas lo tomarían como día aciago. De tal manera que "En martes, ni te cases ni te embarques (ni de tu familia te apartes, ni tu puerco mates"), "En martes, ni gallina eches ni hija cases", "En martes, ni hijo cases, ni cochino mates". Y, de ahí, "Boda buena, boda mala, el martes en tu casa", aunque "Buenos y malos martes los hay en todas partes".

Les deseo buena suerte.

jueves, 8 de abril de 2010

NO ME ABANDONES

 


El 8 de abril de 1929, hace hoy ochenta y un años, nació Jacques Romain Georges Brel.
Hay quien piensa que nada sucede gratuitamente. A pocas que ese quién lleve razón, Jacques Brel nació para cantarnos esta canción.